Ser mujer en un mundo masculino

Cra. Ana María Guía de Villada

Ana María Guía de Villada nos cuenta en esta nota hasta su edad (84), sin coqueterías femeninas y con voz pausada. Quizas esto tenga que ver con la impronta que debió darle a su vida cuando tomó la decisión de estudiar una profesión de hombres, debiendo alejarse de su madre –ya viuda- en Orán para conquistar Rosario de Santa Fe. Se graduó en 1954 en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Litoral y se transformó en la primera contadora de Salta. “Yo estudiaba Perito Mercantil. Y un día decidí irme a Rosario. Siempre fui muy audaz. En aquel tiempo en todo el Norte, las mujeres no éramos aceptadas por los empresarios para discutir números”, dice Ana María, con la misma firmeza que de jovencita la llevó a conquistar un sueño que parecía imposible. “Cuando terminé la carrera, seguí estudiando para el doctorado, pero con la caída del gobierno de Perón en el ‘55 se cerraron las universidades y me volví a Orán. Y enseguida empecé a trabajar”, recuerda.

En Orán fue la contadora de la Municipalidad durante un tiempo hasta que el destino la volvió a cruzar con quien fue su compañero de colegio, de la universidad y luego de la vida, el Cr. Francisco Villada. Con su apoyo, emigró a la Capital salteña y comenzó a trabajar en el Estado provincial donde no pudo ser nombrada como contadora, ingresando como auxiliar contable, sólo por ser mujer. Con el tiempo, desplegó sus conocimientos y ocupó espacios muy competitivos, donde nunca antes había estado una mujer, llegando a ser presidente del Tribunal de Cuentas. No obstante, la docencia a los adultos que cursaban después de trabajar sus estudios, fue su gran pasión. Fue la directora de la escuela pública Hipólito Yrigoyen durante muchos años, y también profesora en lo que fueron los inicios de la carrera de Ciencias Económicas en la UNSa. Trabajadora incansable, se acercó al Consejo Profesional y participó en diferentes momentos de la comisión directiva, lugar que hoy ocupa su hija la Cra. Adriana Villada.

De aquella época recuerda la lucha para que los tenedores de libros den paso a los contadores recibidos en el ejercicio de la profesión. “Exigíamos que balances, auditorías y cargos públicos sean solo para matriculados”, asegura Ana María, que afirma además que hoy al Consejo lo ve muy bien. “Sus dirigentes trabajan mucho. El enorme y moderno edificio es una muestra de esa labor. Creo que tienen un gran desempeño, se ve un equipo de trabajo en una entidad respetable. Los matriculados de hoy, tienen una institución a su servicio y eso es muy bueno”.

Esta mujer de espíritu inquieto que, según sus palabras, estuvo al lado de un peronista auténtico (don Pancho Villada que llegó a ser Senador Nacional por Salta), no pudo ejercer cargos políticos por restricciones de su función en el Tribunal de Cuentas, hasta su jubilación. Fue entonces que a comienzos de los ’90 cuando sus hijos y nietos pensaron que llegaba el tiempo de disfrutarla, asume el mayor cargo de su carrera, fue ministra de Educación, función que ejerció ad-honorem. “Lo hice por el cariño a la docencia, los jóvenes y mi provincia. Soy una agradecida a Dios por todo lo que tengo y me pareció una buena manera de devolver en parte lo recibido”, dice esta mujer que se atrevió a todo, movilizada por su audacia pero también por su capacidad y convicciones que aún hoy mantiene intactas.